Un negocio mítico de los de toda la vida, de barrio, echa la persiana en Vitoria. La librería Gurutze de Ariznabarra dirá adiós a sus clientes en agosto. Han sido 50 años abriendo todos los días para vender periódicos, revistas y material de papelería.
Con mucha pena pero con la decisión tomada, Gurutze Gallastegi ha decidido que se jubila y cierra la librería que sus padres abrieron en Castillo de Quejana hace 50 años, donde ella ha estado detrás del mostrados unos 37 años.
Quedan pocas librerías como esta en Vitoria, un negocio que tuvo su boom en la década de los 80 y 90. En todos los barrios había una librería (Olmo en Aranbizkarra) donde bajábamos a comprar el cuaderno cuadriculado o milimetrado que nos habían pedido en clase, gomas, bolígrafos o tinta para recargar el Rotring para la clase de dibujo y plástica del día siguiente. O donde las abuelas bajaban todas las semanas a por el Pronto para leer y releer con mucha tranquilidad en casa durante días.
La abrieron sus padres, llegados de Bergara
Fueron los padres de Gurutze los emprendedores, los que arriesgaron. Llegados de Bergara, se instalaron en Gasteiz y abrieron el negocio en Ariznabarra hace unos 50 años, "en el local de al lado". Tal y como recuerda Gurutze, "comenzó siendo mitad librería y papelería y mitad bodega. Me imagino que abrirían la librería al ver que en Vitoria entonces no había apenas locales donde se vendiera la prensa diaria".
Gurutze se puso a trabajar en la librería unos 15 años después, al fallecer su padre muy joven, y quedarse su madre viuda. "Tenía que ayudar a mi madre en la librería cuando se quedó sola".
Gurutze ha estado detrás del mostrador unos 37 años, abriendo todos los días, de lunes a domingo porque vende prensa. Ha tenido una profesión muy sacrificada, porque se ha quitado de vida familiar, de viajes€ Solo cerraba en agosto y las tardes de los sábado y los domingos, no ha tenido ningún fin de semana libre, ni festivos.
Toca el momento de disfrutar de la vida
En el caso de Gurutze, como el nombre de la librería, acaba de cumplir 60 años y cree que ha llegado el momento de jubilarse y vivir un poco la vida. "Ahora que mi marido también se ha jubilado, tenemos que aprovechar más el tiempo para viajar, estar juntos y disfrutar de los nietos".
Sus hijos no continuarán con el negocio, cada uno tiene sus estudios y trabajan en otros sectores. Así que si no aparece nadie interesado en mantener la tienda abierta, en agosto dirá adiós a 50 años de historia en Ariznabarra y en Vitoria.
Los vecinos, gente mayor, como de la familia
De esa época apenas quedan negocios abiertos en el barrio. La dueña de la librería explica que han ido cerrando o los dueños se han ido jubilando, y no ha habido un relevo generacional para continuar.
La relacion de Gurutze con los vecinos del barrio, gente mayor en general, es estrecha. "Es gente de toda la vida de Ariznabarra, personas mayores que de vez en cuando vienen a ver si les puedo echar una mano con el móvil. Les hago algunos favorcillos, son gente mayor que muchas veces necesitan ayuda con gestiones online. Es una manera de mantener el contacto semanal con gente mayor que compra revistas, por ejemplo, la misma revista desde hace años todas las semanas", explica Gurutze.
El barrio de Ariznabarra ha ido envejeciendo, los hijos se han marchado a otros barrios a vivir, y ya solo vuelven de vez en cuando a hacer una visita a sus padres.
Impulsar el negocio
Además de periodicos y revistas, Gurutze también vende artículos de papelería y librería, material escolar, juguetes€ y recibe paquetería. "Ha sido una manera de impulsar el negocio", señala Gurutze, quien asegura que el crecimiento de la venta online no ha supuesto un competidor directo, todo lo contrario que los centros comerciales y las grandes superficies, que su apertura sí que ha supuesto para las librerías de barrio una competencia directa.
Gurutze no olvida los díficiles meses del confinamiento, cuando se decretó en marzo de 2020. Durante este periodo, los negocios como el suyo donde se vendía prensa se consideraron servicios esenciales y mantuvo abierto todos los días.
"Solo abría a las mañanas, de ocho a tres, con mucho miedo y con todas las medidas de seguridad. No sabiamos cómo se contagiaba el covid", recuerda Gurutze. Pero al mismo tiemo reconoce que le vino bien tener una rutina por las mañanas y no tener que estar en casa todo el día sin salir como le pasó al resto de gente.
"Muchos clientes del barrio siguieron viniendo todos los días durante el confinamiento a comprar el periódico para ellos o para sus padres, gente mayor que igual no se atrevía a salir de casa por miedo al contagio. Fue una manera de poder mantener el contacto en el barrio".