Irati Vidán pasó los primeros nueve años de su vida en Bilbao. Sus padres tenían dificultades. Sus progenitores, según afirma, “eran dos ovejas negras”. Se separaron y ella se mudó con su madre a Pamplona, porque era donde tenía a su familia. Se habían trasladado allí con la esperanza de mejorar sus vidas. Vidán terminó en un centro de protección de niños y menores en situación de desamparo bajo la custodia de la ONG Mensajeros de la Paz, de la que guarda un recuerdo ambivalente. Desde hace más de tres años, Vidán, de 34, es la presidenta de Haziak, una asociación creada en la capital navarra en 2021 por personas extuteladas que conocen las “carencias” de un sistema que protege a los menores tutelados, pero que cuando se enfrentan a la vida adulta terminan muchas veces abandonados a su suerte sin apenas recursos. Haziak brinda su apoyo a estas personas “dándoles herramientas para poder seguir adelante” una vez cumplidos los 18 años. Para ello, realizan diversos acompañamientos, asesoramiento psicológico, orientación laboral y formativa, sin olvidar “lo importantísimo que es tener ocio y la opción de conocer y relacionarse con más personas”.
“Hablamos en primera persona, con conocimiento de lo que es estar en situaciones de riesgo y lo que nos llevó a ser personas extuteladas. Por ello, alzamos nuestra voz para darnos a conocer y que se sepa de nuestra existencia”, aseguran desde Haziak. “Nos gustaría invitaros a usar las gafas de quienes hemos tenido esta vivencia. No importa cuál sea tu perfil profesional, si has trabajado ya con nosotras o si te pica la curiosidad y quieres saber más; el hecho de conocernos ayuda mucho a entendernos y comprender nuestra realidad”, subraya la entidad en su página web. El equipo de la asociación, compuesto íntegramente por mujeres, está en pleno proceso de renovación y se prevé que a finales de abril -“tal y como marcan los estatutos”- Vidán, una de sus fundadoras, abandone el cargo de presidenta y continúe en la junta como secretaria. Gisela Fernández, de 21 años, beneficiaria de uno de los proyectos puestos en marcha por Haziak, será una de las que formará parte del nuevo plantel. Pese a la llegada de nuevas caras, no cambiará la filosofía esencial de la asociación: sus integrantes han sido personas tuteladas por el sistema público de protección, lo que les da un plus de credibilidad y conocimiento sobre este asunto. “No tuvimos poderes a los 18 años, sales y te lo tienes que pagar todo. Pero ahora tampoco”, expresan. “Lo que sí que tenemos son nuestras vivencias conjuntas para saber cuál es el objetivo y hacia dónde nos gustaría dirigir el cambio. Queremos que a través de la asociación, y trabajando juntas, mejoremos la calidad de las personas extuteladas y prevenir o apoyar en el camino a las personas que aún están bajo tutela”.
Las “carencias” del sistema
¿Ha cambiado mucho la situación de los menores en los centros y pisos de acogida en Navarra? “Vemos que hay una serie de carencias importantes que vienen arrastrándose desde nuestra época y otras que, incluso, se han venido agravando”, explica Vidán, que critica la “rotación constante” de los trabajadores y educadores con la consiguiente pérdida de vínculos afectivos con los menores. “Yo vengo de un sistema distinto en el que las mismas monjas estaban 24 horas conmigo. Y aunque hubiera alguna que me cayera mejor o peor, sabía perfectamente a qué atenerme con ellas. No tenía que pasar un duelo cada dos por tres por los cambios en el personal”, especifica.

Haziak surgió en Pamplona con el objetivo de que las personas tuteladas fueran “escuchadas”.
En su caso, no fue un camino de rosas. Define su infancia y adolescencia como “un frío desierto” en un entorno, que según cuenta, estaba regido a la antigua usanza con unos valores machistas -“tenían muy clara la diferencia de roles entre un hombre y una mujer”- que chocaban con sus ansias de libertad y progreso. “Para mí, es un periodo que ha tenido clarísimamente luces y sombras. Desde fuera, podía parecer que todas mis necesidades estaban cubiertas, pero emocionalmente no sentía el cariño que esperaba”.
Contra el estigma del tutelado
Se dice que una asociación nace de una necesidad que la administración no detecta o que no le alcanza a cubrir. En el caso de Haziak, surgió en Pamplona con el objetivo de que las personas tuteladas fueran “escuchadas”. Pero no solo era eso. A muchos de los que han pasado por centros, pisos o familias de acogida les persigue un estigma por el pasado. “Algo habrá hecho”. “Sé de dónde vienes”. “Ya decía yo”. Estas expresiones hirientes y otras del estilo las han sufrido en sus carnes jóvenes tutelados o extutelados. Le pasó a Irati Vidán. “Con 30 años se me acercó una mujer del trabajo y me dijo: ya me he enterado de dónde vienes. Es una sensación muy desagradable, porque yo no he cometido ningún delito, no he hecho nada malo. He formado parte de un sistema de acogida y protección de menores porque mis padres ejercieron una negligencia en mi persona. ¿Qué culpa tengo yo?”.
Haziak también subraya la importancia de que las familias de acogida se sometan a una “formación previa” y cumplan con una serie de requisitos más estrictos, ya que, alertan desde la asociación, se han dado situaciones en las que los niños han sido devueltos después de un tiempo “como si fueran cromos de un álbum”. “No hay un seguimiento real de estas familias y al final son los niños los que acaban pasando por procesos durísimos. Que no se nos olvide que la infancia es el futuro del mañana”, recuerda Irati. Ante la mirada “displicente” de una parte de la sociedad, Haziak se convierte en una suerte de refugio solidario en el que poder “compartir el dolor, la rabia y la tristeza. Un lugar donde la soledad, la negatividad y el malestar se esfumen”.
Cuando las personas tuteladas cumplen la mayoría de edad, se multiplican los problemas. Empieza una etapa en la que el sistema ya no les protege y se tienen que buscar la vida como si tuvieran “superpoderes o una varita mágica”. “En ese desierto frío vivíamos en una especie de burbuja en la que estábamos atendidos”, continúa Vidán. “Pero con 18 años toda esa protección desaparece y normalmente no puedes acudir a casa de tus padres, porque siguen siendo las mismas personas negligentes”. En algunos casos, a estas personas se les proporciona una habitación hasta los 21 años para después volver a la casilla de salida. “Si para los jóvenes es muy difícil afrontar la vida adulta, para nosotros muchas veces es el doble de difícil”. “Es irónico porque en teoría somos hijos del Estado”, reflexiona la presidenta de Haziak.
Sacando fuerzas de flaqueza
La entidad no pasa por un momento económico boyante. 2025 está plagado de importantes recortes. Sus proyectos (sociolaborales, formativos y de ocio) dependen de las ayudas de las administraciones públicas y advierten de que cada vez cuentan con presupuestos más ajustados para poder desarrollar su trabajo. De entre sus proyectos estrella, se ha caído la gestión de un piso destinado “a chicas con un mayor riesgo de vulnerabilidad”, ya que no pueden hacer frente al pago de la renta de alquiler. Además, en el caso de estas personas que habían pasado por experiencias traumáticas, se les proporcionaba una atención psicológica de manera gratuita que ya no pueden costear. En Haziak han intentado lograr la complicidad de los servicios sociales tanto del ayuntamiento de Pamplona como del Gobierno foral para poder seguir con el programa terapéutico, pero según cuentan, no han recibido una respuesta favorable.
“Tenemos muy pocas herramientas económicas y las instituciones nos lo están poniendo muy difícil”, lamentan. Han tenido que decidir entre prescindir del piso de acogida o directamente cerrar la entidad. De momento, Haziak continúa. Con un equipo renovado. Con el mismo espíritu de los inicios: acompañar a jóvenes tutelados o extutelados para que no se sientan solos. Una red de apoyo concebida como una fuerza vital de empatía y comunicación. La asociación hace suya una frase de Tim Guénard, el apicultor francés conocido por el libro superventas Más fuerte que el odio en el que su autor relata una vida durísima: “Vivamos conjuntamente: más presente y menos pasado”.