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Bizkaia

Vivir en la calle a 40 grados: "Buscamos las sombras para no asfixiarnos de calor"

Joseba Álvarez es una de las 300 personas sin hogar que hay en Bilbao; si vivir en la vía pública es duro todo el año, mucho más cuando la villa se achicharra por la ola de calor
Joseba Álvarez busca las sombras para sortear las altas temperaturas que azotan Euskadi
Joseba Álvarez busca las sombras para sortear las altas temperaturas que azotan Euskadi

Los últimos días es el tema del que todo el mundo habla: la ola de calor que mantiene sometida a Euskadi bajo temperaturas extremas que superan en algunas zonas los 40 grados. La alerta roja por condiciones climatológicas adversas se ha activado en gran parte del Estado y Bizkaia no es una excepción. Para sortear las altas temperaturas cada uno busca la mejor alternativa.

Vivir en la calle es duro de por sí en cualquier época del año. No obstante, las temperaturas extremas traen consigo un recrudecimiento de la realidad a la que se enfrenta las personas que viven en la calle. En la capital vizcaina, la cifra de personas que pernoctan en la vía pública asciende a las 300. “Es insoportable vivir en la calle con este calor, pero no tengo más remedio”, confiesa resignado Joseba Álvarez. No le falta la sonrisa de su curtido rostro. Se protege del sol con una camiseta, pantalones y zapatillas deportivas. A sus 56 años este hombre natural de Santurtzi confiesa que en los 16 años que lleva viviendo en las calles de Bilbao jamás ha conocido un verano tan caluroso con este. “El otro día el termómetro alcanzó los 46 grados. No daba crédito. Si llego a poner un huevo en el suelo se termina friendo”, bromea Joseba.

BUSCAR REFUGIO

En estos días de sofocante calor a lo que no estamos acostumbrados quien tiene casa evita salir a la calle cuando el sol pega más fuerte, mientras que quienes no la tienen, no pueden ir a ningún sitio para refugiarse. En este contexto, las personas cuyo techo no es otro que el cielo se encuentran, entre otras cosas, con serias dificultades para hidratarse y resguardarse del sol. “Intento beber para estar hidratado y sortear el sol para que no me dé una insolación”, cuenta. La alternativa que les queda es moverse por las sombras que les proporcionan los árboles, puentes o tejados que hay en los edificios de la ciudad. “No nos queda otra que pasarlo de la mejor manera. Hay que estar preparado mentalmente cuando tu casa es la calle”, dice.

“No nos queda otra que pasarlo de la mejor manera. Hay que estar preparado mentalmente cuando tu casa es la calle”

Son las 11.00 horas y el termómetro de las inmediaciones de San Mamés ya marca los 35 grados. El mercurio parece tampoco tener techo y las previsiones apuntan a más calor para el fin de semana. Joseba ha dejado el lecho que desde hace años es su casa en la parte trasera del edificio Ingenieros para refrescarse en una fuente cercana. El calor comienza a apretar: “No sirve de mucho mojarse porque la sensación de humedad es incómoda”, cuenta. Después, busca un hueco y se apoya sentado en el suelo, sobre una chaqueta en uno de los parterres de cemento que sirve de base a un frondoso árbol. Ese lugar le proporcionará un respiro, al menos, un par de horas a la que se presenta como otra asfixiante jornada de julio. “El sol marca mis movimientos. Me voy moviendo en base a la sombras”.

“Los días con calor se hacen eternos y se te quitan las ganas hasta de hablar”

Joseba no está solo. Le acompaña Belén, una mujer que aunque por las noches dispone de cama en el albergue nocturno de Hontza, de día no le queda otro remedio que soportar la ola de calor en la calle, sin más cobijo que el propio cielo de la ciudad. “A las 8.30 salgo del albergue y regreso por la noche. Me ducho, ceno y me meto a la cama”, cuenta, sentada en uno de los bancos cerca de la estación del metro en San Mamés. Comparte con Joseba la sombra del árbol, una radio que ameniza otra dura y calurosa jornada y algo de conversación. “Los días con calor se hacen eternos y se te quitan las ganas hasta de hablar”, confiesa.

Para mitigar las altas temperaturas, Belén hace viajes hasta una fuente cercana donde se moja la cara, los brazos... “Para cuando vuelvo al banco que está cerca ya me he secado”, afirma. Al lado, ajeno a nuestra presencia, otro indigente se refugia bajo una sombrilla de playa y aprovecha para dormir tumbado en un banco. “Se ha quedado dormido y se le ve a gusto”, comentan con respeto.

“Contra el clima no podemos hacer nada, ni si quiera los ricos lo pueden comprar. Es muy caprichoso”

La temperatura del asfalto en un día de 40 grados se triplica lo que complica los recorridos por la ciudad en busca de una sombra. Tanto en los momentos cuando pega el frío, como cuando hace mucho calor, las personas sin hogar acrecientan las dificultades que ya tienen por vivir en la vía pública. “Lo ideal es que no haga ni mucho frío, ni tampoco mucho calor. Muchas personas sin hogar caminan durante horas con todas sus pertenencias a cuestas. Algunas de ellas, a pesar de las elevadas temperaturas, no se quitan sus ropas de abrigo por miedo a que se las roben. “Contra el clima no podemos hacer nada, ni si quiera los ricos lo pueden comprar. Es muy caprichoso”, asegura José, otro hombre sin techo que duerme en un cajero de una sucursal bancaria en el centro de la capital vizcaina. A primera hora debe salir antes de que el banco abra sus puertas. “Ahí es cuando empiezo a buscarme la vida y con este calor, andar cargado con todo a cuestas es otra aventura en esta vida que me ha tocado vivir”, concluye.

2022-07-16T16:12:03+02:00
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