Bizkaia

Vuelan las velas al viento en Vista Alegre

José Garrido, en modo clásico, y el mexicano Leo Valadez, en forma alegre, ofrecen un gran espectáculo con el capote l Hermosos de Santiago Domecq y un tercero, ‘Cotorrito’ para el recuerdo
Una media verónica de cartel de toros brotó de las muñecas de José Garrido
  • Ganadería. Toros de Santiago Domecq, de inmejorable presencia. El legendario ‘toro de Bilbao’. Y entre ellos, ‘Cotorrito’ de sobresaliente nota.
  • Antonio Ferrera, de sangre y oro con caobas negros . Estocada caída (ovación y vuelta). Estocada (silencio).
  • José Garrido, de gris ceniza y oro. Pinchazo y media (ovación). Media baja (ovación).
  • Leo Valadez, de nazareno y oro. Estocada en buen sitio (oreja). Estocada tendida y cuatro descabellos (silencio).

Las medias lunas de sus astas parecían las velas de los mástiles mayores de una flota de veleros bergantines, de esos de los que hablaba el poeta. Trece años llevaban los toros de Santiago Domecq sin pisar la arena de Vista Alegre. Cualquiera diría que estaban preparándose para el asombro, habida cuenta de que entre los diversos juegos del cofre apareció un peregrina, una de esas perlas que de por sí son un tesoro. La trajo consigo Cotorrito, un toro de nombre diminutivo pero de embestidas mayúsculas: casi una rareza por lo extraordinario de su poder por los dos pitones. Se hablará largo y tendido de este toro, el mismo lenguaje con el que se expresó toda la tarde: con franqueza, entrega y largos viajes. Hubo, incluso, un amago de petición para que le diesen la vuelta al ruedo. No sucedió tal cosa pero su recuerdo y su memoria ya volaba, a todo trapo, por los océanos de la imaginación de una afición que ama a toros así.

Y si a todo ello –las velas de las astas, el recuerdo que vuela y el juego de los toros en muy variadas condiciones...– se le suma el manejo (¡Válgame Dios, aún es posible!) de los capotes en diferentes momentos, uno diría que ayer volaron las velas al viento en Vista Alegre. Lo hicieron, por ejemplo, con aquellas verónicas de José Garrido pausadas, templadas, como si fuesen sábanas de hilos egipcios, de cielo raso o de terciopelo extendiéndose para hacer la cama. La media verónica que lo abrochó dejó una estampa para los pintores con sentimiento. Y lo hicieron, en otro son, en el tono de los momentos felices y alegres, con las caleserinas de Leo para el recibo a Cotorrito, como les dije el rey de la tarde, ligadas con el consiguiente quite: unas zapopinas de órdago a la grande. Fueron, ya les digo, los lances que quedan para el recuerdo.

Tener un hijo, plantar un árbol, escribir un libro. Esa es la santísima trinidad laica de una vida completa, según dictan las leyes de la calle. Eso es fácil. Lo difícil es criar al niño, regar el árbol y que alguien lea el libro. En esos menesteres se movió Antonio Ferrera, tirando de la veteranía para medirse ante Despierto, el buen toro del arranque. Con su vieja ciencia se enfrentó al toro de Santiago Domecq, que tuvo nobleza y repetición. Los pesares fueron las fatiguitas de la arrancada. El extremeño anduvo centrado, poderoso y tranquilo. Aquellos derechazos, verticales como el capitán de navío a proa, y relajados fueron lo mejor antes de que la estocada le cayese baja al matar recibiendo. Sobre la correosa carne del cuarto, repleto de brusquedades, Ferrera pasó con oficio y de puntilas.

Arrancó su tarde de muletas José Garrido con unos naturales de fábula y vuelos de cóndor. Encadenó a ellos una tanda por la derecha que viajaba por los mismos cielos y rompió a sonar el Gato montés, un pasodoble épico. Casi al tiempo el toro, que quizás no era melómano, dificultó la obra apagándose de a poquitos. La espada lo eclipso todo. En el quinto, todo un señor de Bilbao, Garrido volvió a torear con parsimonia. Lástima que el toro, al que le corría calidad por la venas de sus embestidas, no tuviese un punto más de pujanza para que la faena terminase de incendiar los tendidos.

Dejemos para los honores de la despedida al principiante. A Leo le tocó la gloria y el infierno en su presentación en Bilbao. De lo sucedido con el sexto sobrero no cabe decir mucho más que el toro era una maraña de zaras con aquellas embestidas cortas y violentas.

Cotorrito, este sí, fue un toro pronto, con galope y alegría. Le quiso dar sitio y aire el torero y hubo un cambio de mano portentoso, para descubrir que por el pitón zurdo el toro tenía calidad por arrobas, embistiendo con largura. La faena fluía alegre, ligada y con el desenfado de los buenos oradores; con los remates de las series como mejores joyas. Hubo grandes naturales sueltos y series templadas con la derecha; hubo fuegos artificiales –las manoletinas de rodillas, sin ir más lejos...– y verdad en la espada. Hubo una oreja de ley, bien cobrada. Pero el toro traía consigo más, la gloria del toreo clásico. Leo es joven. Aprenderá a verlo. l

La corrida de hoy

  • Ganadería. Los toros de Miura son toda una leyenda en Bilbao y siempre levantan expectación..
  • Domingo López Chaves. Regresa a Vista Alegre uno de esos ‘especialistas’ en corridas duras que ya han demostrado su habilidad para tales retos.
  • Manuel Escribano. El diestro andaluz acostumbra a ‘entenderse’ con los toros de Miura.
  • Jiménez Fortes. Saul regresa al coso donde tomó la alternativa en 2011.
29/08/2022