Con 30 años, el hasta ahora extremo zurdo del Helvetia ha puesto fin a su trayectoria deportiva tras 11 temporadas como profesional. Ahora, se centra en su futuro laboral
La Catedral ya no volverá a ver sus interminables saltos. Tampoco su privilegiada zurda preparándose con intención desde el extremo para batir al portero de turno. Ni los espectaculares fly con los que deleitaba al público en perfecta complicidad con su capitán. A sus 30 años, y después de once temporadas en lo más alto del balonmano, Xabier Etxeberria ha dicho adiós. Se ha retirado. Y lo ha hecho por la puerta grande. Recibiendo los elogios de su equipo, de un vestuario al que le costará no ver día a día su eterna sonrisa. De su club, el Helvetia Anaitasuna, con el que pudo vivir el sueño de jugar tres competiciones europeas consecutivas. Y de la afición, que lo despidió con honores en el último partido en casa ante el Logroño La Rioja, una cita a la que no faltaron sus amigos y allegados. Ahora, este cebollero que desprende alegría por todos los poros y que el domingo jugó su último partido como profesional en Nava se prepara para una nueva etapa de su vida en la que ante todo busca una estabilidad laboral. Con su tesón y empeño seguro que lo consigue.
El lunes cuando se levantó y vio que esto ya había terminado. ¿Qué sensaciones tuvo?
–La verdad es que esa sensación de final, de que esto había acabado, la sentí dos o tres segundos antes de terminar el partido ante el Nava. Ahí fue cuando de repente dije: 'Aquí ya se ha terminado'. Muchas veces no soy muy expresivo con mis emociones, pero en ese instante no pude aguantar la emoción. Y así lo vieron mis compañeros de equipo. Para mí es el mejor momento para dejarlo, aun estando muy bien físicamente para jugar y teniendo la mente fresca. Pero ahora mismo estoy en busca de una vida laboral más estable.
Tuvo la fortuna de despedirse antes a lo grande en casa, contra Logroño, donde no faltaron sus amigos, el manteo de los suyos y el cariño del público. ¿Cómo vivió ese día?
–No me esperaba algo así, aunque ya me olía cosas raras antes (se ríe). Mis amigos me decían que tenían que trabajar ese día o ir a algún sitio. Nadie podía ir a mi despedida, era increíble. Fue un día muy emotivo. Y aquí tengo que hacer mención especial a mi novia Ángela, que ayudó a preparar todo. También a Sergey (Hernández), que desde Portugal también colaboró. Y por supuesto a mis amigos, porque aparecieron allí e hicieron honor al nombre de uhartearras, ya que supuestamente se nos tiene por un poco jaleosos. Tampoco me quiero olvidar de la cantera, que no dejó de animar. Así que fue muy especial. Ese partido ante Logroño, el último en casa y que además ganamos, será el que seguro recordaré más claramente de mi vida deportiva.
¿Cómo cree que le van a recordar después de tantos años dedicado al balonmano?
–No lo sé, aunque supongo que algo bien habré hecho, incluso más de lo que pensaba. Porque no me esperaba ver tanto agradecimiento ni tantas palabras bonitas hacia mí, desde Quique (entrenador), a la directiva, mis compañeros y muchas personas más.
Eche la vista atrás. ¿Cómo fueron sus comienzos en el deporte del que ahora se despide?
–Yo en realidad empecé de primeras a jugar a pelota en el frontón de mi pueblo y poco después me apunté a balonmano en el Uharte. Llegó un momento en el que tuve que elegir porque no me daba la vida. Además, yo que he sido de crecimiento lento, iba a jugar a pelota a pueblos como Latasa, Oronoz o Doneztebe y me pegaban unas palizas de espanto. Así que me decanté por el balonmano. Ahí sí estaba más a gusto, empecé a forjar mis amistades y se me empezó a dar bien. Cuando pasé de juvenil a sénior hablé con Anaitasuna. Yo iba a jugar en el 2ª Nacional y a entrenar con el 1ª, que por entonces lo llevaba Fernando Gurich, y que me dijo que al final me quedaba con él. Así que muy bien, porque además ese año empecé a entrenar con el primer equipo también. Con 18 años debuté en la Asobal en Barcelona, con Aitor Etxaburu en el banquillo. Recuerdo perfectamente que marqué un gol de dos lanzamientos. Poco a poco fui subiendo y me dieron la confianza total para estar con Álvaro (Gastón) en el extremo.
Un 'matrimonio' con Álvaro Gastón muy bien avenido durante muchos años.
–Quiero con locura a este chaval. La verdad es que siempre nos hemos cuidado mucho el uno al otro y también nos hemos apoyado. Eso nos ha hecho mejorar, avanzar y mantenernos ahí arriba. En la mayoría de los equipos hay muchísima competencia en los mismos puestos, igual porque llega alguien nuevo y quiere jugar muchos minutos. Aquí no ha sido así. Sí que hemos sentido una rivalidad, pero sana. Algo que nos hacía mejorar mutuamente. Nos complementábamos. Si en un partido Álvaro no estaba fino, salía yo. O al revés. Siempre nos hemos apoyado un montón y es una pieza indispensable en toda mi carrera.
¿Con qué se queda de toda su trayectoria en el balonmano?
–Puede parecer un tópico, pero sin duda alguna con las personas. Claro que voy a recordar partidos o entrenamientos. Siempre me acordaré de que en Alemania, en la Copa EHF, jugué dos buenos encuentros y marqué buenos goles. Pero al final me quedaré con días como el de casa ante el Logroño, sobre todo por la gente. Por los que fueron.
No suele gustar rememorarlos, ¿pero algún momento quizás menos bueno?
–Sí, la verdad es que los malos momentos se tiende a olvidar. Creo que lo más duro para un deportista son las lesiones. Y debo reconocer que yo no he tenido ninguna grave. Algunas más leves sí, pero nada de importancia. Eso lo hablaba también con Álvaro hace poco. Que ninguno hemos sufrido lesiones graves. Así que lo peor, en mi caso, ha sido cuando se enlazaban unos cuantos resultados malos o personalmente no estaba con confianza, algo que me hacía no disfrutar del juego.
La retirada del balonmano profesional le permitirá también a partir de ahora disfrutar de otras cosas, a nivel personal, a las que ha tenido que renunciar.
–Sí. Al final no estás ocho horas al día entrenando o jugando al balonmano, como en otros trabajos. Pero quita mucho tiempo y dejas de hacer cosas como, por ejemplo, no ir al bautizo de tu primo. Se dejan de hacer cosas muy importantes en tu vida por un deporte que ante todo es vocacional. Por eso es también un buen momento para dejarlo ahora. Quiero vivir otros momentos, como irme un fin de semana con mi novia a algún lado. O disfrutar de nuevo de la costillada en las fiestas de Uharte sin tener que pensar que me toca entrenar luego. Es algo que desde los 18 a los 30 no lo he disfrutado. Así que después de muchos años, volveré a hacerlo. Sin embargo, tampoco me quejo, porque este deporte me ha dado muchas alegrías. Me ha permitido jugar en Europa o vivir ambientes tan increíbles como el de Nava el otro día. El balonmano me ha hecho ser lo que soy ahora y me ha dado mucho más de lo que yo le he dado a él. Me ha ayudado a crecer, a madurar, a formalizarme, a trabajar en equipo, a tener una disciplina, a ser tremendamente puntual... No lo cambiaría por nada del mundo.
Ahora es momento de centrarse en su futuro laboral...
–Así es. Tengo muchas ganas de trabajar, de tener una estabilidad y estoy emocionado con lo que me espera.
¿Se le seguirá viendo por Anaitasuna, aunque sea desde la grada?
–Sin duda. He terminado muy bien con el club. Así que iré.