Hay días en que me pregunto qué sería del proyecto nacional español sin el pegamento discursivo de la privilegiada Euskadi con el que se enmudecen sus carencias.
Se abre el melón de la financiación autonómica y, gota a gota, los voceros de la uniformidad construyen opinión pública con una premisa clásica y una añadida: los privilegios vascos -la habitual- que -ahora- a los españoles les cuestan dinero. Y sale el déficit de las pensiones, esas cotizaciones deficitarias que, curiosamente, no quieren transferir a un sistema autónomo. Les preocupa el mal ejemplo que da el desarrollo económico, el nivel salarial y el de los servicios públicos -diga lo que diga el relato popular insertado en un imaginario sensible en materia de salud- en comparación con los desempeños peores en el modelo radial español.
La ofensiva es abierta: el Concierto y el Convenio deben desaparecer para que en Catalunya no tengan en qué fijarse. Por nuestra insolidaridad, claro, que traducido significa que mejor repartir los recursos generados hoy en la CAPV y Navarra desde un modelo de crecimiento que durante años y años se construyó con políticas propias y necesidades afrontadas en soledad. Décadas en las que las cotizaciones de alaveses, guipuzcoanos, navarros y vizcainos a la Seguridad Social aportaban superávit sobre al bote de las pensiones. Están a un gin-tonic de gritar “Euskadi nos roba”. De hecho, hay más de uno que se lo ha tomado ya. Solo así se explica que reclaman meter mano en la bolsa que paga los servicios públicos aquí para repartir la pasta allí y, a la vez, conducen -solidariamente- las autonomías que gobiernan a la rebaja fiscal. Con ese razonamiento etílico, no se está para conducir nada.
De momento, es una argamasa endeble para esos “500 años de historia común”, pero endulza las lenguas y les evita degustar el fracaso de la estrategia centrípeta de la Villa y Corte, que pagan sus territorios aledaños y los hace dependientes de la solidaridad ajena. Endeble pero útil; siempre lo ha sido sustituir soluciones por enemigos. Para unos, los ricos; para otros, los pobres; para demasiados, los inmigrantes; para casi todos, los privilegiados vascos...