Este pasado martes Mikel Oyarzabal fue uno de los protagonistas del drama de Anoeta. Héroe y Villano podría pensar el propio Mikel, que se declaró en RRSS responsable de la derrota. Él fue quien empató el partido, y fue él quien erró el primer penalti de la tanda. Lo tiró fuerte y a la derecha, al mismo sitio donde hace 4 años llevó a la Real la gloria absoluta. Pero ahí estaba Greif para detenerlo, y para mandar a los aficionados de la Real a casa. La llorera no se hizo esperar en Anoeta, y 2 días después el realzale sigue hecho polvo.
Mikel podría pensar que no solo erró el penalti, si no que falló a todos. Que sobre él recaía la responsabilidad de hacer felices a todos los realzales… y que no estuvo a la altura. Puede pensar que podía haber corrido un metro más, pegarle mejor al balón, ayudar en mas pases. Puede pensar que aquel día en Girona no debería haber ido a por ese balón contra Gazzaniga. Incluso puede llegar a pensar que nos ha decepcionado. Nada más lejos de la realidad. Mikel Oyarzabal este martes se ha consagrado como lo que es: leyenda de la Real Sociedad. Precisamente porque falló el penalti. Mejor dicho, porque estuvo para fallarlo. Porque fue él quién eligió ser el primer lanzador y quitar presión a sus compañeros.
Fue él quien con sus goles ha llevado a la Real hasta la semifinal. Quien ha vuelto, medio cojo y sin estar con el físico para jugar, pegándose sprints de 60 metros sin parar desde que entró hasta el 120. Se hubiera dejado un pulmón, la tibia y el peroné si hubiera sido necesario. Y todo esto sin olvidar que Mikel Oyarzabal Ugarte eligió esto. Eligió morir por la Real cuando podía hacerlo por, por ejemplo un Manchester City. Eligió este camino. El de espinas. El del barro. El de su propia casa y su gente. El del corazón. El más difícil.
Porque este camino no se construye con títulos ni grandes victorias. No va de ganar y ganar y ganar. Se construye con derrotas y caídas. Perder. Y es ahí, cuando Mikel Oyarzabal, ya ganó. Y no nos falló. En esa decisión. En esa entrega, en cada sudor que desprende por la camiseta, es imposible fallar al aficionado de la Real. Yo quiero ser Mikel Oyarzabal. Yo quiero ser Mikel Oyarzabal fallando ese penalti. Porque lo ha fallado siendo fiel a uno mismo y a lo que todos queremos de nuestra Real. De responsable nada, querido Mikel. Tu no eres responsable de que la Real no esté en la final. Al contrario. Eres artífice de que estemos donde estemos, y no podemos estar más contentos de que sea contigo. Eres culpable de que día a día seamos más grandes. Y perder te engrandece aún más, porque vas al suelo con los tuyos. Caer contigo es caer de pie. Caer contigo es no morir en el tropiezo. Y sobre todo, caer contigo es saber que al levantarnos.. nos harás volar de nuevo.