A escasos días del cambio de año, en estas páginas se publicó un artículo centrado en la figura de Unai Vencedor, quien ha pasado de ser un imprescindible durante dos campañas a desaparecer del equipo. Hasta siete compañeros que actúan en la misma línea le aventajaban, de manera muy holgada además, en términos de participación. La suya podría catalogarse de testimonial: siete salidas del banquillo, para hacer un total de 155 minutos. Ha sido después cuando se ha producido un cambio radical en la situación de otro de los menos habituales, Oier Zarraga, que tampoco gozaba de protagonismo en los planes de Ernesto Valverde y de repente ha encadenado dos titularidades en una semana.
Aún es prematuro realizar una interpretación de este hecho. Puede tratarse de algo coyuntural o responder a un avance en el escalafón; esto es, que el entrenador estime ahora que Zarraga merece competir con mayor frecuencia y en adelante adquiera más peso en el equipo. La duda se irá despejando en próximas citas, pero objetivamente el jugador ha sido capaz de corresponder a la confianza en él depositada. Estuvo entre los destacados en la ronda copera frente al Eldense y en el derbi con Osasuna, si no fue el mejor de los rojiblancos, cerca estuvo, compartiendo distinción con los centrales, Vivian y Yeray. El detalle curioso de esta irrupción sería que Zarraga disputó casi 180 minutos en el corto espacio de cuatro días, sin que ello le pasase factura. Dato que vendría a confirmar su gran potencial físico, una de las virtudes que atesora.
La particularidad de este joven natural de Getxo, que este mes ha cumplido 24 años y se halla en su tercera temporada en la máxima categoría, sería que entre las alternativas que ofrece la plantilla para la zona ancha representa el prototipo de jugador completo. Los hay más especializados en tareas de contención (Dani García, Vencedor o Vesga) y los que poseen una proyección netamente ofensiva (Sancet, Muniain o Raúl García), mientras que su perfil se ajusta al de un interior de ida y vuelta. Alguien que no le hace ascos al trabajo sin balón y que tiende a proyectarse en ataque, para llegar a zona de remate. Su potencia en carrera le permite romper líneas en conducción de pelota y es decidido a la hora de chutar, con ambas piernas, como comentó Valverde. Cuenta con un buen golpeo también para la ejecución del balón parado.
En la pretemporada, llamó la atención por su soltura y despliegue. Acumuló méritos, de modo que se pudo pensar entonces que Valverde, que ya se había decantado por un dibujo con tres medios ocupando escalonadamente la franja central del terreno, le concedería oportunidades para que corroborase lo apuntado en verano. Este esquema le beneficiaba más que el 4-4-2 de Marcelino García, que reunía dos piezas estáticas en el círculo central y dos abiertas. De hecho, Zarraga alternó ambas funciones y en varias jornadas fue ubicado escorado a la derecha. Lo cierto es que asomó muy a menudo, pero normalmente en segundas partes, solo jugó de inicio en nueve partidos. Hasta diecisiete futbolistas le antecedieron en las estadísticas.