¿Cuánto medirá este año la encina anexa a la ermita de la Piedad de Zeanuri?. La respuesta a la incógnita llegará este domingo durante el tradicional y entrañable festejo que se celebra en la barriada de Eleizondo en honor a San Valentín. En 2021, y debido a la pandemia, el popular evento se llevó a cabo de forma privada entre los vecinos y el año pasado tuvo lugar casi con total normalidad ya que lo único que se eliminó del programa fue el barauskarri, un sencillo refrigerio que se reparte entre los asistentes a base de tocino, pamitxa, vino o agua. Superadas todas las restricciones, en esta edición, el festejo de San Valentín recobra toda su esencia para el disfrute de vecinos y visitantes.
La jornada arrancará a las 11.30 horas con la misa que se oficiará en la bella parroquia de Andra Mari y el posterior traslado en procesión de la imagen de San Valentín a la ermita de la Piedad, ubicada a tan solo 50 metros de distancia y donde permanecerá hasta el próximo año. Será una nueva ocasión para honrar y mostrar la devoción que siente la barriada hacia un santo y una talla realizada, presumiblemente, en la segunda mitad del siglo XVIII y que fue restaurada en 2017 por el Museo de Arte Sacro para mejorar, sobre todo, rostro y manos ya que se encontraban deteriorados por los sucesivos repintes realizados a lo largo del tiempo.
Medición de la encina
Cuando la imagen de San Valentín descanse ya en su ermita llegará el esperado acto de medición de la encina anexa, una tradición que se repite, año tras año, desde 1959. Como apunta el vecino de la barriada, Pedro Lejarza, el actual ejemplar “sustituyó a otro que existía anteriormente en el mismo lugar. Se plantó en 1958 y fue traída por Guillermo y Marcos, del caserío Zutzute, en un carro tirado por una yunta de vacas desde el monte Eleizbaso y fue plantada junto a otros vecinos de Eleizondo”. A partir de ese momento, y en medio del ambiente festivo de las celebraciones San Valentín, el prestigioso tasador de montes Ceferino Lejarreta, ya fallecido, se encargaba de medir la anchura de su tronco para comprobar su crecimiento anual, un gesto con el que daban por concluidos los festejos. “A medida que fallecían nuestros mayores, la tradición empezó a perder fuerza, hasta que el año 2007 nos dimos cuenta que no lo podíamos dejar desaparecer”, apunta Lejarza.
En la primera medición, Ceferino Lejarreta dejó constancia en sus cuadernos de tasación de montes que el grosor de la encina, a 1,50 metros de altura, era en aquel 1959 de tan solo 0,18 centímetros.
El pasado 2022, más de seis décadas después de su plantación, la cifra era ya de 191,30 centímetros. Los datos sobre su evolución y crecimiento quedan plasmados, desde 2008, en un libro de actas con el que se pretende dar un carácter oficial y que es firmado por el mayordomo, el secretario y la persona encargada de medir la encina que es, desde 2016, Igor Intxaurraga tras tomar el relevo al fallecido Gregorio Lejarreta (hijo de Ceferino) que asumió la tarea en 2009.
Después de anotar la medición de este año, la actual mayordoma, Rosi Ipiñazar, pasará el libro de actas y las llaves de la ermita a la mayordoma del próximo año, Itsasne Atutxa, y se degustará el barauskarria, entre otras cosas las pamitxas bendecidas en la misa. Y todo ello se desarrollará en un ambiente animado por los txistularis del municipio y el bertsolari Arkaitz Estiballes.