DONOSTIA- Patxi lleva 23 años en el mundo de la construcción, exactamente la mitad de su vida; y Juan otros 35. A los mandos de sus grúas, han levantado multitud de edificios en Gipuzkoa, y hasta hace nada han estado trabajando en otra de las grandes obras públicas del territorio, la recién iniciada construcción de la nueva cárcel de Zubieta, el futuro y moderno Centro Penitenciario Norte III de San Sebastián. Un trago amargo.
Después de pagarles casi un 40% menos de lo que les correspondía legalmente, la empresa para la que trabajaban aprovechó la extinción de su contrato por el parón navideño, otra práctica habitual en el sector, para dejarles en la calle. El motivo, según el sindicato ELA, no es otro que exigir que se apliquen las condiciones laborales que recogen sus contratos, el convenio de Gipuzkoa, incumplido de forma sistemática y "vergonzosa".
Su caso ya ha sido puesto en conocimiento de la Inspección de Trabajo. "La empresa dice que no le da para aplicar el convenio. Y es una empresa que está muy asentada en las obras de Gipuzkoa, que ha estado trabajando en el polideportivo de Altza, y ahora está también en una promoción de vivienda pública de Visesa (Gobierno Vasco) en Irun y en la cárcel", asegura el responsable de la construcción de ELA, Igor San José.
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Las nóminas de Patxi y Juan no mienten. Su base reguladora, en función de su categoría, debería ser de casi 2.400 euros en doce pagas. Y la de Patxi refleja 1.582 euros en su nómina de octubre. Su salario neto fue de 1.297,53 euros, después de trabajar "unas 60 horas" semanales como oficial de primera.
Y ello, incluyendo las vacaciones y las pagas extras prorrateadas, cuando en su contrato se especifica a las claras que se le debía pagar en función del convenio de Gipuzkoa, unos 1.610 euros al mes limpios con catorce pagas o 1.900 en doce entregas; son unos 800 euros de diferencia en base reguladora, y eso sin contar la diferencia de horas.
La trampa por norma, en una obra pública. Dice San José es el "pan nuestro de cada día, lo que nos toca combatir desde el sindicato". Y el testimonio de dos de estos trabajadores, recogido por NOTICIAS DE GIPUZKOA, así lo corrobora.
Despedido
Patxi está decepcionado, dolido. Y en el paro desde hace mes y medio. Dejó su anterior empresa, una compañía guipuzcoana de tamaño medio, porque se le abrían otra serie de posibilidades. "He estado 103 días trabajando en la cárcel y al final nada de lo que hablamos se ha cumplido. Las palabras se las lleva el viento".
Su voz suena firme. "He firmado un contrato que pone que estoy a convenio, por el convenio de Gipuzkoa, pero en realidad, ni convenio, ni narices. Están recogidas las 40 horas semanales, pero no he cumplido nada de nada desde que entré el 26 o 27 de septiembre. Y si les dices algo, se enfadan".
"Yo no sé la trampa que han hecho ahí. En un principio me dijeron que iba a entrar a trabajar con el grupo Murias (una de las constructoras adjudicatarias) o igual con la UTE (Unión Temporal de Empresas). Y luego me llamó el encargado y me dijo que primero estaría un par de meses con la subcontrata y que luego me cogían por la UTE o por grupo Murias, pero que ahora no, dando largas, hasta que, pues eso, a la calle y sin nada", lamenta.
El 31 de diciembre, ya estaba en la calle. Patxi tiene claro el motivo: por negarse a firmar un documento en el que reconocía haber trabajado ocho horas diarias, cuando en realidad, dice, "normalmente eran 10, 11, 12 y hasta 13 alguna vez".
"La excusa para echarme es que los miércoles solía salir antes sin previo aviso". Algo que es falso, asegura, porque advirtió de una necesidad familiar antes de empezar a trabajar en esta obra. "Lo sabían desde el principio. Los miércoles yo hacía la jornada de siete u ocho a tres y ya por la tarde me iba, porque tenía que ir a recoger a los peques a la ikastola, por conciliación familiar tenía que hacerlo así, porque estoy separado y tengo esas medidas", señala.
"Firma esto"
Pero la realidad es que Patxi reclamaba sus horas extra. "En esta obra no se ficha. Hay empresas en las que fichas, pero aquí te dan papel y boli, a la antigua usanza, y te decían: tenéis que apuntar en este papel el horario, de 8.00 a 13.00 y de 14.00 a 17.00 horas. Y luego tenías que firmar como que habías trabajado esas ocho horas; y yo en el papel que me daban apuntaba todas las horas que hacía, y el encargado me decía: no, no, no, aquí tienes que poner solo 8 horas, no las horas que metes".
Patxi ahora se arrepiente de haber apostado por una gran obra pública y dejar la empresa familiar en la que "se trabajaba de maravilla" y en la que "cualquier problema que tenías, te ayudaban". "En estas grandes obras públicas, lo que te encuentras son trabas y subcontratas que te quieren chupar la sangre como un vampiro", dice.
Juan, el otro gruísta despedido, ha vivido la misma historia. Él ya había trabajado para esta subcontrata en las obras del polideportivo de Altza. "En realidad, son dos empresas (domiciliadas en Navarra) con el mismo dueño las que están entrando en todas estas grandes obras", asegura el sindicalista Igor San José. Y la práctica es siempre la misma.
Según el gruísta Juan, "son los mismos perros con distinto collar". Este trabajador explica también el porqué de su desencuentro y cómo terminó fuera de la obra de la cárcel de Zubieta. Parecido a Patxi, se fue al paro en navidades porque la obra paraba y al volver, simplemente no le llamaron. El desencuentro venía de antes.
"Me querían hacer firmar ocho horas de trabajo. Yo lo hice la primera semana y me dije: vamos a ver, Juan, si estás trabajando diez horas, por qué firmas ocho". Las consecuencias no se hicieron esperar: "Ahora mismo estoy en el paro y esperando a ver qué sale de esto y si no, a buscar algo por ahí", lamenta.
La realidad es dura, explica Igor San José, porque en "el 99% de las grandes obras públicas están metidas este tipo de empresas y a la mínima que abres la poca o les da un problema, te hacen la equis", asegura.
Detrás de las grandes empresas
"A esta subcontrata le estoy haciendo seguimiento. A esta y a otras, porque al final son las mismas empresas las que se mueven, con distinta gente: la inmensa mayoría contratan gente de fuera de Euskadi, muchos de ellos portugueses, y también hay algunos trabajadores históricos de la construcción de Gipuzkoa, que algún día trabajaron para estas grandes empresas, pero en los últimos años han sido despedidos, y la única cabida la tienen mediante estas empresas, que son dirigidas por las grandes empresas, pero en otras condiciones totalmente diferentes, y no se les aplica el convenio", denuncia San José.
"A estos, que les diga que les va a subir el IPC+1,25% en el convenio, cuando no han tenido ningún derecho, ya me dirás. Aquí les pagan por horas: si trabajas bien; y si no, nada. Casi un 40% por debajo del convenio. Y que no tengan ningún problema como el covid, porque les han echado a la calle", zanja el sindicalista.